Que duerman en la misma cama, que no lo hagan, que no coman tan cerca de la hora de dormir, que sí lo hagan, que duerman todo lo que necesiten, que no lo hagan, que no lloren mucho, que sí lo hagan, que tengan su propia habitación, que no es necesario. Las teorías sobre los niños y el sueño abundan y no hay un solo camino ni una sola respuesta correcta. Por eso, en este campo variado de teorías, vas a poder leer cuáles son los consejos más eficaces para que los niños duerman.
Wiliam Charles Dement nació en 1928 y murió en el 2020 fue un médico que nació en Estados Unidos y a quien se le deben gran parte de las investigaciones sobre el sueño. Quizás hasta el origen de la medicina del sueño. Dement investigó los tratamientos y diagnósticos para los trastornos del sueño y, las causas y consecuencias de la privación del sueño.
Gracias a él, hoy hay expertos dedicados por completo a comprender el sueño, cómo funciona, qué sucede cuando se duerme, qué puede provocar no dormir y qué beneficios trae un buen descanso. Así, se descubrió que no es un problema que afecte solo a los adultos. Los niños también pueden padecer trastornos de sueño.
Como adultos responsables a cargo de una persona pequeña pueden suceder muchas cosas. Hay cansancio, malos entendidos, las ganas y el deseo de hacer todo bien, confusión, errores, amor por sobre todas las cosas. En este paisaje de cosas posibles, la tarea de dormir a un niño puede ser como navegar en un bote con el agua calma o enfrentarse a una batalla medieval con gritos y juguetes que se revolean.
Los más pequeños y jóvenes pueden desarrollar más fácilmente trastornos de sueño por factores sociales o ambientales y hábitos que les heredan los adultos y, que pueden dañarlos. Tener una buena higiene del sueño o buenas prácticas no solo ayudará a que los niños duerman sino que, también, les permitirá conservar su salud y su desarrollo y capacidad de aprendizaje.

Qué sucede al dormir
No se sabe exactamente porque el ser humano duerme pero si se conoce que muchos procesos fisiológicos se realizan durante el sueño. Un buen descanso restablece la energía, regula y restaura la actividad eléctrica cortical, regula la temperatura corporal, el metabolismo y el sistema endocrino. Pero, también, dormir consolida la memoria, activa y regula el sistema inmunológico, hay homeostasis sináptica y se eliminan radicales libres, entre otros. Por eso es tan importante generar el hábito de sueño desde que las personas son bien pequeñas.
Consejos en el tiempo
Por eso, además, hay consejos que no pasan de moda y que han sido útiles desde hace siglos. Aquí van:
-Hablar con los niños. El adulto responsable debe poder hablar con el niño que no puede dormir o que sufre insomnio. Si el vínculo que se construyó es de confianza, el niño podrá tratar de explicarle al adulto qué siente, qué le pasa a la hora de ir dormir, por qué no se queda dormido. El adulto podrá evaluar si está en sus manos solucionarlo o si debe acudir a un profesional de la salud.
En el caso de los niños más pequeños, se puede optar por jugar antes de ir a dormir. Estimularlos con juegos tranquilos o pequeños movimientos de yoga que son específicamente para relajar puede ayudarlos.
-Ejercicios para dormir. Hay, como ya te explicamos, actividades que tienen como objetivo relajar el cuerpo. El yoga tiene muchas posturas pero también la educación física en general. Cualquier movimiento destinado a soltar el cuerpo y relajarlo servirá para que el niño se conecte con el descanso.
-Lecturas. Hay libros, bestsellers, que fueron escritos para inducir al sueño. Se trata de historias en las que el niño puede sentirse el protagonista o en las que el personaje lo cautiva. Sea cual sea la opción elegida, el recorrido es similar: hay una aventura que lleva al sueño.
-Miedos. Si el niño sufre miedos recurrentes como a la oscuridad o a los monstruos que pueden existir debajo de la cama, hay que evitar la desesperación. Y, por sobre todo, no minimizar el miedo sino validarlo. Por ejemplo, decirle que se entiende el miedo, que es difícil de transitar pero que puede superarse con valentía. Pueden recorrer juntos la habitación o los lugares que le dan miedo para que el niño chequee que no hay peligro.
Es importante que el adulto le brinde al niño la confianza de que puede lograrlo, de que puede dormir solo, en su habitación. Se puede preparar un cronograma de etapas y que algún miembro de la familia permanezca los primeros días junto al niño hasta que este se duerma.Armar una rutina en la que el cambio de la habitación de los padres a la individual sea paulatino. O, si ya dormía solo, establecer una rutina que permita ir desarmando el miedo poco a poco.
-Un entrenamiento para dormir. Se suelen utilizar técnicas conductuales en caso de trastornos del sueño tanto en niños como en adultos. Para esto es importante saber qué está pasando con el niño. De ese modo, se sabrá cuál es el mejor camino para ayudarlo a dormir. Lo que no implica dejar que llore o se frustre o sufra ansiedad por no ser escuchado frente a su miedo.
El niño debe aprender a relajarse, a calmarse cuando algo lo angustia o le da miedo. Por eso, es importante que los padres le enseñen a manejar la situación sin que su figura adulta sea indispensable. Así, se arman una serie de pasos sistemáticos, que dependerán de cada caso. Por ejemplo, si la primera noche el adulto se acuesta junto al niño, la noche siguiente deberá sentarse en una silla al lado y tomarle la mano, ir alejándose poco a poco, noche tras noche.

Es una actividad que requiere tiempo y grandes dosis de paciencia pero le brinda al niño una herramienta para toda su vida. Y cuyo fin último es poder entrar a saludarlo y despedirse del niño sin que éste dependa del adulto a cargo.
-La rutina. A veces, los días pueden ser muy caóticos, por lo que se hace indispensable congeniar con toda la familia una rutina amable. Puede ser a través de una pizarra colgada en la heladera para que todos puedan verla y predecir lo que se hará cada día, especialmente, a la hora de dormir. La rutina debe incluir desde el baño hasta el cepillado de dientes, la lectura y la hora de apagado de la luz, y la de despertar. Todas las acciones previas al sueño.
Se le pueden brindar pequeñas recompensas al niño cuando cumple todos los pasos y, siempre, se debe reconocer su progreso aunque sea verbalmente. Llevar un registro de la rutina puede ayudar a predecir y comprender cambios en el comportamiento del niño y, consultar con un profesional si fuera necesario.
-La dependencia nocturna. Hay niños que se duermen solos pero se despiertan en la mitad de la noche y corren a dormir con sus padres. Esto es muy normal y muy saludable porque ellos necesitan volver a su zona segura, la cama de sus padres. Por eso, en estos casos es recomendable que el adulto lo lleve de vuelta a su cama tan pronto sea posible. Y, en tal caso, ponga en juego alguno de los mecanismos preparados en la rutina.
-Entender cuán importante es el ejemplo. Los niños copian todo, absolutamente todo. Por eso, es muy difícil inculcarles una cultura del sueño si los adultos a cargo no logran conciliar el sueño o trabajan hasta altas horas de la madrugada.
Suele ser necesario que toda la familia pueda gozar de una buena higiene de sueño, es decir, que todos se acuesten y despierten a la misma hora, en la medida de lo posible. El hábito de levantarse siempre a la misma hora ayuda mucho en los trastornos de sueño. Lo mismo que acostarse en un horario regular.
Para esto, hay pequeñas estrategias que pueden llevarse a cabo como un baño tibio y relajante, con aceites esenciales y masajes que armonicen el cuerpo del niño, al menos una hora antes de acostarse. O, utilizar técnicas de meditación para la relajación de los niños. Suelen empezar con la indicación de aflojar los pies, van pasando por todo el cuerpo y llegan hasta la cabeza. Luego, siguen con ejercicios de respiración a los que muchos niños no llegarán por haberse dormido.
-La habitación y los accesorios. Es importante que la habitación del niño esté ordenada y que carezca de estímulos visuales o auditivos. Paredes pintadas de colores, música o luces fuertes no ayudarán a que el niño descanse. Lo mismo con los accesorios colgantes que sean muy llamativos o los dispositivos nuevos que funcionan con la voz. Si se puede, se deben evitar los dispositivos técnicos y el Wi Fi porque el tejido cerebral de los niños es muy frágil y estas ondas logran atravesarlos pudiendo afectar a largo plazo.
Como en la vida, no hay un único camino posible. Estos consejos pueden ser disparadores o pasos a seguir. Lo importante siempre es la comunicación entre los niños y adultos a cargo para entender el problema y armar la mejor estrategia para solucionarlo.
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