Existen un par de motivos por los que la cama y el trabajo tienen que ser un asunto separado.
Popularmente se utiliza el concepto de “platónico” para referirse a un amor no correspondido o imposible de experimentar. Esa clase de romance que a todas luces es impropio o prohibido y que sólo puede quedar en el deseo, pero nunca llevarse a la acción.
La verdad de la cuestión es que el discurso de Platón iba por otro lado. No pensaba tanto en amores inalcanzables sino en amar aquellas formas o ideas que son completamente perfectas. En otras palabras, amar un ideal en todo su esplendor.
Los ideales y las fantasías comparten un rasgo común: son fabulosos en la mente pero, al llevarlos a la práctica, pueden perder ese encanto que tenían. En algunos casos llegan a ser reales pero, en otros, sirven más como motivación para seguir que como meta a la que llegar.
Pero, ¿Por qué toda esta filosofía en un blog de colchones? Porque trabajar desde la cama es el amor platónico de más de un ser humano sobre el planeta. El sueño fantástico de completo relax laboral a menudo toma la forma de un colchón y un mar de almohadas, el pijama más suave de todos y la computadora encendida, lista para trabajar.
Algunos incluso adoptan una expresión profundamente romántica, entrecerrando los ojos y contemplando el horizonte,pensando en lo bien que se sentiría moverse sólo para ir a la cocina a preparar el desayuno y volver -chancletas mediante- al cuarto devenido en oficina.
Ah, pero tanta ensoñación se puso definitivamente a prueba en un contexto muy inesperado. La pandemia por Coronavirus obligó a casi todo el globo a mantener un aislamiento preventivo en el que el home office y la escuela en casa tuvieron una buena dosis de protagonismo.
Con problemas mayores mediante, el hecho de trabajar desde el hogar no pareció algo prioritario. Pero conforme pasaron los meses, las computadoras e internet se convirtieron en herramientas esenciales para todo tipo de cuestiones, ya sean laborales, sociales o de entretenimiento.
¿El resultado? Largas horas diarias de pantalla para la oficina, las clases por videollamada, la reunión con amigos, charlas con la familia, conciertos, películas, series, juegos…y el pijama a la orden del día, al menos al principio del distanciamiento.
Muchos se entusiasmaron viendo cómo la fantasía del home office se hacía realidad. Ciertamente es más cómodo para determinados perfiles de trabajador. Pero la práctica es un poco (bastante) diferente a lo imaginado y es necesario hacer unos ajustes para mantener una rutina saludable.
Porque, honestidad mediante, trabajar desde la cama puede ser placentero durante algunos días pero a la larga, es un hábito que tiene más contras que ventajas. Algunos lo saben por experiencia propia. Si todavía te quedan dudas, estas seis razones pueden ser suficientes para que cambies de opinión.

Por la calidad de tu descanso
Diferentes especialistas y médicos del sueño señalan que existe una razón muy concreta por la que se debería utilizar la cama solo para dormir, relajarse y compartir momentos con tu pareja.
Utilizarla con otros fines como leer, mirar televisión, jugar juegos o trabajar produce una conexión mental que relaciona ese espacio con estar despierto. Es decir que al hacer esto, tu cerebro aprende que “cama” equivale a múltiples actividades distintas, como dormir, preocuparse por pendientes, tener sexo, leer una novela o ponerte al día con tu serie favorita.
En principio, un cambio así puede resultar difícil porque, ¿Quién no disfruta tirarse en la cama a mirar televisión? Pero lo cierto es que es mucho más saludable para tu cuerpo y tu mente que la habitación sea sinónimo de descanso e intimidad. Por eso, queda completamente descartado el “bed office”.
Además, reducir o directamente eliminar el uso de pantallas al menos una hora antes de irte a acostar te ayuda a dormir mejor, ya que su brillo azul genera un efecto similar al que produce la luz del sol. Más que relajarte, estimulan a tu cuerpo para que continúe funcionando, aunque ya sea hora de “bajar algunos cambios”.
Una vez que te acostumbres a esta nueva rutina, es posible que logres dormir al instante y tu sueño se sienta mucho más placentero. Algo así como cuando te sacás los zapatos al llegar a casa: confort total.
Por tu postura
Si trabajaste desde la cama sabés que mantener una buena postura es algo prácticamente imposible: pasa el tiempo y alternás entre acostarte, girar a un lado, sentarte, y arrodillarte, todo esto con la computadora moviéndose de acá para allá. Tanto movimiento es de por sí una señal: tu cuerpo está incómodo porque no es el lugar apropiado para trabajar.
Aún sentado con la espalda sobre la pared, seguís apoyado en una superficie irregular que no te ofrece el soporte que necesitás. La computadora sobre tu regazo tampoco está a la altura recomendada y pueden pasar horas hasta que te des cuenta de lo encorvado que estás mirando el monitor.
Las consecuencias no tardan en hacerse notar. Comienzan los dolores de cervicales y espalda, las contracturas y hasta las extremidades entumecidas por la mala distribución de tu peso. En definitiva, tu cama no fue pensada para servir de escritorio, por lo que quizás convenga conseguirse uno.
Por tu higiene personal y la de tu casa
Si estás usando tu habitación para trabajar, es posible que casi no salgas de allí en todo el día. De pronto, un mismo cuarto cumple la función de cuatro: es comedor, oficina, living y dormitorio.
Las condiciones sanitarias de un espacio así pueden descontrolarse en cuestión de minutos. Es que de seguro conviven restos de comida, tazas, montañas de papeles, cuadernos, ropa, toallas, objetos electrónicos y tanto más en un solo lugar. Todo esto especialmente regado en la cama, allí donde te acostás cada noche.
Quizá pienses: “Imposible, soy súper ordenado, jamás tendría mi cuarto así” y es real, algunas personas no permiten que la vorágine de las actividades se lleve puesto todo en un auténtico tornado hogareño.
El tema es que de por sí, las camas necesitan una limpieza periódica. Al dormir, desprendemos miles y miles de células muertas de la piel, que van a parar al colchón, las sábanas y las almohadas. Es parte de la regeneración natural de los tejidos.
La matemática es simple: Restos de piel más restos de comida, papeles y ropa definitivamente no suena higiénico. Otra razón más para evitar llevar la oficina a otra parte (¡Y lavar las sábanas más seguido!)

Por los límites sanos
Cada una de estas razones se relaciona entre sí, porque todo tiene que ver con todo. La postura y la higiene impactan directamente en la calidad del descanso, así como la utilización de dormitorio para otras actividades más allá de dormir. A su vez, descansar mal agrava las condiciones posturales e higiénicas y así la espiral va creciendo.
Quizás una de las desventajas más importantes de trabajar desde la cama tenga que ver con los límites. Si tu dormitorio es el espacio en el que hacés todo, se borronea la diferencia entre el tiempo de ocio y el del trabajo. El momento para descansar y el momento de actuar se dan en el mismo lugar y posición, por lo que cuesta distinguir una cosa de la otra.
Es que literalmente te “llevás el trabajo a la cama” todos los días, por lo que desconectar de las responsabilidades puede volverse difícil. Quizás te encontrás trabajando más horas que antes, pensando en tu empleo antes de dormir o directamente resolviendo pendientes mientras cenás.
Lentamente, tu trabajo va ocupando todo tu día, física y mentalmente. No queda espacio para el relax, la diversión, los hobbies u otros intereses. Más allá de que tu trabajo te apasione, es vital que le pongas un límite, para que exista el equilibrio necesario entre descanso y actividad.
Además de la “sobre-productividad” de estar todo el día trabajando, puede darse el caso contrario y que te encuentres durmiendo siestas entre tus tareas o navegando tu red social favorita en horario de trabajo. Es que, haciéndolo todo desde la cama, es difícil saber cuándo empieza o termina cada actividad.
Por tu salud emocional
Esta ausencia de límites tiene un impacto negativo en tus emociones, tu energía y tu humor. El cansancio físico, el agotamiento mental, la preocupación excesiva y la falta de actividades relajantes o placenteras contribuyen a que te sientas con poca energía, triste o enojado.
Por eso es tan importante marcar la diferencia entre trabajo y ocio y darles el tiempo necesario a cada uno. Es crucial tener momentos compartidos con seres queridos, momentos de disfrute personal, tiempos de actividad establecidos y horas destinadas al descanso.
Una excelente manera de hacer esto trabajando desde casa, es definiendo espacios para cada cosa. Si contás con una oficina todavía mejor pero, en caso de no tenerla, quizás un sector del living puede ser tu espacio laboral, la cocina para compartir en familia y la habitación tu nuevo “santuario del descanso”.
Por tus relaciones personales
Los smartphones y las computadoras ya forman parte del cotidiano. Eso no significa que tengan que estar en el medio de cada evento, situación o actividad. Particularmente, en aquellos momentos que pasamos con los que amamos.
La práctica de apagar el teléfono, el televisor o la computadora al estar con la pareja, los padres, hijos o amigos puede estrechar lazos personales y estimular un tiempo compartido de calidad. Es sano aprovechar esos espacios para hacer otras actividades, como jugar juegos, conversar, hacer deportes o bailar.
Si estás trabajando desde tu hogar, es posible que sientas cada vez más la necesidad de salir de la pantalla por unas horas y dedicarte a otra cosa. ¿Qué mejor que darte ese tiempo para mimarte o disfrutar con tus seres queridos? Tu cuerpo, tu mente y tus vínculos te lo agradecerán.
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