Si querés descansar bien, si querés disfrutar del descanso que necesitás y mereces, podés empezar a dormir en una cama separada. No es una tragedia ni mucho menos un símbolo de separación. Es un acto de amor tan importante como el decidir comprometerse con quien amas.
En “The Crown”, la Reina de Inglaterra, Elizabeth y el Príncipe Felipe duermen siempre en habitaciones separadas, cada uno en su cama. En la Antigua Roma, la cama se compartía solo para disfrutar de las relaciones sexuales. Antes de que las convenciones se apoderaran de nosotros, la norma era esa: en pareja pero con los sueños separados. Y, quizás, alguna vez te pasó que te viste obligado a separarte una noche y, al fin, pudiste ¡dormir en paz!
Después de compartir muchos, muchísimos años la cama con tu pareja cuando, en un hotel, te tocan dos camas separadas por error, no es una tarea sencilla. O, cuando pasas una noche fuera de tu casa en la de unos amigos y vos y tu pareja se dividen entre el sillón y el piso, el dormir es distinto. Si te toco el piso muy probablemente no la pasaste bien pero si te toco el sillón y pudiste moverte sin quejas, sabés qué es posible dormir solo sin sufrir.

La vida en pareja
Aclaremos algo: el amor y el sueño son, en la mayoría de los casos, enemigos. Sí. Hay estudios que lo demuestran, hay médicos que lo dicen. Y no. No significa que dejes de amar a tu pareja. El refrán dice que cuanto más amas a alguien, más libre lo dejarás. Entonces, ¿por qué no soltarlo y liberarle los sueños?
La vida compartida con otra persona es un ir y venir, subir y bajar, reír y llorar, enojarse y desenojarse, conocerse en las buenas, en las malas, en las medias también. Nada es idílico y vos lo sabés mejor que nadie. Sin embargo, lo que no se suele decir es que muchas de las cosas que nos molestan, podrían evitarse si dejamos de compartir la cama.
En los primeros amores pudiste soportar dormir en la cama de una plaza del cuarto adornado con pósters, lleno de ropa usada dispersa, en la casa de nuestros padres. También aguantaste la incomodidad en una carpa, en una habitación prestada, pasaste frío durmiendo en algún auto, en un sillón abrazando a tu pareja o vaya a saber qué otras cosas más.
Pero, seamos honestos: con los años, toda incomodidad se vuelve intolerable. Es el paso del tiempo, el compartir la vida durante muchas semanas con otra persona y las rutinas que cambian.
Cama grande para uno
Cuando dormimos con alguien, afectamos nuestro ritmo circadiano. Es posible que con los años, la pareja adopte las mismas costumbres y, entonces, dormir con otra persona genere una liberación de oxitocina. Pero esto, que parece muy fácil, es un mecanismo complejo y se da muy pocas veces. Además, padecemos aquello que sucede más allá de la habitación como los ruidos del barrio, de la casa, una alarma mal configurada, una sirena, el grito de un vecino.
Entonces, por qué no abrir los brazos; por qué no dormir en una cama cruzándonos de punta a punta o dando la cantidad de vueltas que necesitemos; por qué no abrazar a una almohada, cambiar de lado, dormir en el medio; o taparnos medio cuerpo y dejar que la otra mitad respire; por qué no poner una almohada debajo de las rodillas; por qué no usar todo lo que necesitemos para que nuestro descanso sea placentero.
Una cama grande para uno es la medida ideal para tener sueños despejados y llegar, al fin, al descanso que merecemos. Una cama extra grande puede ser ideal para compartir porque cada uno podría estirarse y moverse sin afectar a la otra persona pero se necesita mucho espacio y una pareja que comparta nuestros mismos rituales. Para seguir los consejos de Reinas y Reyes, aún cuando la cama sea súper grande, deberías disfrutarla en soledad.
Mantener la salud individual y de la pareja
Dormir en camas separadas pero también en distintas habitaciones aumenta el deseo sexual. Al respetar el espacio personal, la privacidad y los deseos del otro, también nos respetamos a nosotros mismos.
Si durante mucho tiempo el descanso no es el adecuado, la psiquis se ve afectada y, por lo tanto, también nuestro comportamiento, nuestras decisiones, nuestra tolerancia y emociones.Somos más vulnerables y nos volvemos más intolerantes.
Aunque parezca una decisión poco viable debería poder pensarse seriamente. Una cosa es elegir dormir juntos cada noche teniendo la opción de ir a otra cama y, otra, muy distinta, dormir juntos porque es la única opción posible por una costumbre heredada.
Es más saludable que cada uno cuente con su espacio, en el que pueda desplegar sus gustos, su estilo y armar su rutina. Una rutina que puede incluir para uno mirar televisión hasta tarde y para otro leer o escuchar música. Es más saludable elegir descansar por separado que guardar deseos y manifestar esa molestia, muchas veces, de manera equivocada.

Dormir bien no es sencillo
De acuerdo a un estudio de la Universidad de Pittsburh, las mujeres tienen más percepción de cualquier alteración que exista mientras duermen. Además, las formas de cada cuerpo influyen en cómo nos comportamos al dormir. Los hombres suelen ser quienes roncan más y quienes respiran más fuerte. También suelen tener más temperatura corporal y sueños más densos, entonces, pueden dormir mejor.
En el 2005, la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos mostró que las mujeres tienen más problemas para dormir por los cambios hormonales.El estrés, las emociones, el ciclo menstrual, la mala alimentación y hábitos poco saludables no ayudan.
Todas las personas hacemos ruidos y nos movemos. No es fácil entregarse al mundo del sueño. Y, más aún, cuando tenemos tantos estímulos a nuestra disposición. Por eso, lo ideal es que la habitación esté bien preparada para el descanso. Que no cuente con televisión ni con cargadores de celular cerca o tablets. Sí, sería bueno que hubiera libros.
El sueño es una actividad muy sensible a la que deberíamos prestarle más atención. Dormimos, o deberíamos hacerlo, un promedio de 8 horas diarias. Si estas horas se convierten en un estado de alerta constante, en parar los ronquidos del otro, en sortear los movimientos ajenos para no recibir una patada, el descanso no se completa. Y, por lo tanto, aparecen los problemas de salud.
No todo está perdido
Cuando las convenciones son más fuertes que las convicciones lo más saludable es hablar y probar un cambio.Compartir la cama también significa respetar un espacio de intimidad. Muchas veces ese es el lugar elegido para hablar de problemas, de situaciones complejas y del día a día, además del lugar en el que dos personas se muestran amor.
Compartir la cama empezó a ser una costumbre en la Revolución Industrial, cuando la emigración de los campos a las ciudades se hizo en masa. Muchas personas en poco espacio, casas o departamentos pequeños en edificios que empezaban a tener 2, 3 más pisos para albergar más habitantes. Y, precios altos que obligaban a convivir con otras personas nos llevaron a la necesidad de compartir la cama, especialmente, estando en pareja.
En el libro “Two in Bed: the Social System of Couple Bed Sharing”, el doctor Paul Rosenblatt, profesor de ciencias sociales en la Universidad de Minnesota, describe lo que encontró en una investigación con 88 adultos. Eran parejas de 21 a 77 años que compartieron cama de 6 meses a 51 años.
Para muchas parejas, compartir la cama era símbolo de seguridad, de protección frente al mundo exterior. Pero también el lugar de atención constante y de sortear obstáculos. Un miembro de la pareja con ronquidos, movimientos de piernas, bruxismos, pesadillas, ritmos circadianos distintos o hablar.
Muchos consideraban que era mejor compartir la cama pero usaban técnicas como mandar a dormir primero al que no ronca, darle un golpecito al que lo hace para que pare o ¡dormir fuera de la habitación si esa noche resultaba intolerable!
Los investigadores que tomaron como referencia el libro y el mismo Rosenblatt, más allá de sus hallazgos, insisten en que la mayoría de las personas duerme mejor sola. Lo que puede parecer normal como despertarse por un ronquido y seguir durmiendo es un gran provocador del insomnio. Una interrupción así a largo plazo puede causar problemas en la salud aunque nos acostumbremos, aunque compartir la cama tenga otros beneficios.
Los términos medios
Para empezar, lo que se puede hacer es probar con dormir en camas separadas durante unos días. Durante la semana o los fines de semana. Qué pasa cuando no compartimos la cama o qué pasa si deseamos abrazar a esa persona que amamos tanto que apenas amanece nos pasamos a su cama. ¿Aumenta el deseo de extrañarse? Sí. ¿Aumenta la necesidad de compartir más con la otra persona? Si. ¿Disminuye las peleas? Sí. ¿Nos lleva a generar más canales de comunicación? Sí.
Entonces, ¿por qué no animarse a probar nuevos caminos?
Quizás no tengamos el espacio suficiente pero siempre se pueden buscar alternativas para que las costumbres no nos hagan olvidar de todo lo que podemos hacer. De todas las posibilidades que existen a nuestro alrededor para mejorar nuestra vida y la de las personas que nos rodean.
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