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¿Cuánto tiempo necesitás dormir para tener un mejor descanso?

Dormir bien

Con el paso de los años, empezamos a entender cada vez mejor cómo funcionamos, qué nos hace bien, que necesitamos, cuál es nuestro horario ideal para dormir y cuántas horas de sueño necesitamos para sentirnos bien.

Las personas que necesitan dormir menos, que pueden despertarse luego de seis horas de descanso, y con todos sus sentidos en perfecto estado, tienen un gen especial en su ADN. No es broma, esto que decimos tiene un por qué comprobado y te lo contamos en este artículo.

Eso descubrieron dos científicos en el año 2019, y lo publicaron en la revista Neuron. Uno de ellos, es la doctora Ying-Hui Fu de la Universidad de California en San Francisco, que dio una charla TED en el 2015, antes de publicar su investigación y cuando ya llevaba 6 años investigando el tema. La charla se llama What genes tell us about sleep?

Hay muchos misterios en el ámbito del buen dormir, cosas que aún no se pueden explicar:  cómo y qué pasa de verdad en la fase REM o por qué algunas personas no se despiertan si escuchan ruidos externos mientras que otras lo hacen ante la más silenciosa interrupción. Entender por qué algunas personas duermen menos también era un misterio que desveló a muchos científicos.

Los distintos especialistas recomiendan que los adolescentes duerman, al menos, 10 horas; 8 horas en edad adulta y 6, mínimo, para los más grandes. El promedio, dicen, para tener una vida saludable es dormir 8 horas de corrido o levantándose de la cama solo para ir al baño sin prender la luz.

Si sos de las personas que duermen mucho, seguro has notado la diferencia en tu estado anímico cuando no lográs descansar las horas que necesitás. Dormir es toda una cuestión, al parecer mucho más compleja que el Ser o no ser de Shakespeare.

Los especialistas de la investigación creen que las personas que pueden sentirse bien y plenamente descansados durmiendo menos de 8 horas tienen una mutación en sus genes, que heredaron de sus padres. 

Este hallazgo no solo sirve para explicar uno de los grandes misterios de la ciencia hasta ahora sino también para, en un futuro cercano, ayudar a estas personas a dormir más con alguna terapia o medicación, a tratar enfermedades heredadas y, si todo sale bien, devolverle al cuerpo su ritmo natural de vida.

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¿Qué tiene que ver el ADN con el descanso?

En los años ´80, cuando se empezaron a fortalecer las investigaciones biomédicas y se le dio un lugar más amplio al estudio genético, se descubrieron algunas causas de enfermedades. 

Se sabe, por ejemplo, que el síndrome de Alström puede producir ceguera, sordera, diabetes y obesidad y está causado porque ambos padres transmiten un gen con defectos a sus hijos, que reciben la copia de ese gen. Ya con la causa, buscar una curación es posible.

En nuestra genética llevamos lo bueno y lo malo de nuestros padres, abuelos, el ADN familiar. Y, al parecer, también son parte de nuestro sueño (pero no de nuestra intimidad). Y este, al mismo tiempo, es parte de nuestros comportamientos. 

Por eso, estudiarlo es muy complejo: los fenotipos de este comportamiento están afectados por el medio ambiente y suele ser más difícil de comprender. No podemos olvidarnos que en ell sueño nuestra salud también puede verse afectada.

En la década de 1990 se conoció el fenotipo circadiano familiar, que afecta a nuestro ritmo circadiano, regulador del sueño por excelencia. Desde ese entonces a hoy, se comprobó que algunas particularidades del sueño han sido heredadas: las horas que necesitamos dormir por día, la cantidad que dormimos, cómo podemos privarnos del sueño y cómo respondemos a esa falta de descanso. Esto sirvió para empezar a vislumbrar el camino que hace nuestro comportamiento en el sueño.

Horas de sueño. ¡A dormir!

Se dice que necesitamos 8 horas de sueño pero, en realidad, algunas horas son de sueño y otras, son las que necesitamos para descansar. Una parte importante de nuestras noches es el ritmo circadiano o el reloj interno que es, como te contamos, el que tiene nuestro cuerpo para regularse. Hoy en día, el ritmo circadiano se ve afectado por el exceso de pantallas (celular, tablet, pc, televisor), el estrés, el poco contacto que tenemos con la naturaleza, en definitiva, por nuestro vertiginoso ritmo de vida. 

Es importante conocer los ritmos circadianos porque conforman el reloj que nos marca cuántas horas estuvimos despiertos y cuántas descansamos. Sin este reloj, probablemente, no dormiríamos nunca o no podríamos despertarnos. Es tan sensible que el exceso de café, gaseosas o cualquier otro estimulante puede hacerle creer que no necesitamos descansar. Y, al mismo tiempo, es el que pone todos nuestros sentidos en estado alerta cuando necesitamos cuidar a alguien y estar despiertos una noche entera. 

Si a un descuido del ritmo circadiano por las vidas que llevamos, le sumamos una mutación genética, el combo es tóxico. Dormir bien nos permite disminuir los problemas causados por trastornos del sueño: pasamos un tercio de la vida durmiendo o tratando de hacerlo.

¿Por qué nos resulta más cómodo acostarnos a una hora determinada o nos cuesta menos levantarnos tarde?

Como ya dijimos, los ritmos circadianos son una de las funciones que interviene en el sueño. La otra es el impulso homeostático: el temporizador interno, totalmente natural, que funciona igual que el del reloj pulsera. Cuánto más horas pasemos despiertos, más será la presión que este impulso ejerza para que vayamos a la cama.

El gran tema con el impulso homeostático es su variabilidad. Todavía no se conoce muy bien, no se comprende cuál es su tarea completa. Sí se sabe que regula el sueño trabajando en conjunto con los ritmos circadianos.

A partir de esta variación genética que afecta al ritmo circadiano y al impulso homeostático, algunas personas pueden dormir 4, 6 horas y despertarse muy bien, listos para el día más vertiginoso. Se trata de una variante genética que recepciona adenosina, un componente sensible a la cafeína y a algunos factores específicamente biológicos.

El permanecer mucho tiempo despiertos afecta lo que hacemos, cómo respondemos al exterior, cómo reaccionamos a nivel emocional, qué decidimos, cuánta paciencia tenemos, qué sentimos y cómo vemos la vida.

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No sos un ser de otro planeta por dormir distinto

La doctora Ying-Hui Fu empezó a estudiar los mecanismos del sueño gracias a una persona mayor que se acercó a su consultorio en 1996. La señora en cuestión creía que su vida estaba muy mal porque le había contagiado el hábito de sueño a sus nietas. 

Mientras todos cenaban, ella se iba a dormir y se levantaba a la madrugada. Esto la ponía mal. Los médicos le decían que era un problema psicológico, que estaba todo en su cabeza pero Fu descubrió que la señora tenía una mutación genética que la obligaba a seguir ese ritmo. Descubrió que hay otras mutaciones de lo que ella llama “durmientes naturales” que necesitan dormir poco.

Entonces, si bien es necesario dormir 8 horas, ahora se sabe que no es una excentricidad y que no se debe solo a la ansiedad o al estrés: puede haber algo en nuestros genes que nos lleve a eso. Si logramos entender bien qué nos sucede, lograremos descansar de forma eficiente.

Respetar el sueño es tan importante como comer porque este lo abarca todo: la felicidad y la rapidez con qué podemos retener, analizar, procesar y conservar información. Asimismo, cuando dormimos nuestro cerebro libera las toxinas que acumulamos durante el día. Dos horas menos de sueño diarias, es un 30% menos de nuestra capacidad cognitiva diaria y menor eliminación de toxinas.

Enfermedades como el Alzheimer tienen más oportunidades de aparecer cuando la persona no descansa bien. La proteína asociada a esta enfermedad, la beta aminoloide es más alta cuando dormimos y más baja al despertarnos porque le dimos lugar al proceso de limpieza. Si no descansamos, esta proteína podría acumularse y acumularse durante un tiempo en nuestro cerebro y provocarnos más riesgo de sufrir Alzheimer.

Cómo saber qué necesitamos

El mejor momento para conocer nuestro ritmo real de sueño es en las vacaciones: las hagamos en casa o fuera de ahí, en la playa o en la montaña, cualquier ámbito nos sirve para entendernos aunque los factores ambientales influyan. Una vez que identificamos nuestro ritmo natural de descanso: es decir, a qué hora nos acostamos porque ya estamos cansados, a qué hora naturalmente nos despertamos, qué nos desvela, qué nos despierta, cómo dormimos, si tenemos o no apnea, que es otra afección que puede deberse a una mutación genética heredada, podemos armar una rutina. 

Eso sí, esto debe registrarse en un período sin cafeína, alcohol, bebidas gaseosas o ejercicio físico intenso cerca de la cena porque todo esto estimula el sistema nervioso.

Si logramos hacer los deberes, debemos empezar a aplicar el ritmo en nuestra casa, cada día. 

Primero, probamos lo que creímos encontrar como patrón y si no funciona, lo cambiamos. Tratamos de establecer una rutina que nos permita acostarnos siempre a la misma hora, evitamos estímulos que nos ponen mal o nos dan nervios como películas o libros de terror, suspenso o las noticias. 

Nos deshacemos de las pantallas, que afectan severamente a nuestro ritmo circadiano.Creamos el ambiente adecuado a nuestras necesidades: si somos sensibles al sonido, usamos tapones especiales para la noche; si somos friolentos, armamos nuestra cama con un acolchado cálido y liviano que nos abrace; si nos despertamos fácilmente con luz, usamos un antifaz o cortinas blackout y no prendemos la luz ni siquiera cuando vamos al baño.

Nos preparamos así para las horas más placenteras de la noche: las de nuestro descanso.

Si tenés dudas sobre el tema, podés consultar con tu médico sobre tus genes.